¡Lo lograron! El Kilimanjaro con Alice y Eva

Ambas miembros del equipo AMV, Alice y Eva decidieron emprender juntas la ascensión de 7 días al Kilimanjaro (Tanzania). Un desafío deportivo sin precedentes, del cual nos lo han contado todo.

Fotos: Alice y Eva

La preparación

La primera vez que hablamos, estábamos a pocos días de la partida. «Con Alice hacíamos deporte juntas al mediodía. Cuando Michaël Azoulay propuso patrocinar un desafío deportivo, quisimos proponer la ascensión en dúo del Kilimanjaro», explica Eva. Las semanas anteriores, continuaron con su actividad física, centrándose más en el cardio: «Nuestros allegados nos tranquilizaron diciendo que estábamos en buen nivel. Pero el verdadero riesgo era el mal de altura», explican.

El día D

«Salimos el viernes de Marsella para comenzar la ascensión el domingo»: en sus mochilas, llevaron casi todo lo que su guía recomendaba. Ropa técnica y cálida, un short, pantalones de esquí, buenos zapatos, gafas adaptadas a la altitud. «Planeamos superponer las capas de ropa a medida que ascendíamos, para adaptarnos a las temperaturas», cuentan. La marca de Marsella también estaba preparada: «La marca nos proporcionó un pequeño vestuario, con camisetas, sudaderas, leggings, gorros. Ropa cómoda personalizada para la ocasión. De hecho, también llevamos algunas para el equipo que nos acompañaba.»

Lo desconocido

La ascensión comenzó en plena jungla, en una mezcla de emoción y aprensión. «Comencé a enfermarme el lunes. Al llegar al segundo campamento, tenía fiebre. Fue muy duro», explica Alice, que seguía enferma el martes por la mañana. A lo largo del día, su estado mejoró. El miércoles, se sintió mucho mejor. «Igual teníamos el estómago revuelto por la altitud. Por suerte, comíamos cosas deliciosas preparadas por uno de nuestros guías», detalla Eva.

Las sorpresas

¿Qué es lo que más las impactó? «El frío, sin duda. Dormíamos con muchas capas de ropa. Tan pronto llegábamos al campamento, era imprescindible cambiarnos y beber algo caliente para calentarnos.» El jueves, alrededor del mediodía, alcanzaron el campamento base, el último antes de la cima. La ascensión final se hace de noche: comen, duermen un poco, vuelven a comer, y luego se despiertan a las 23h. Es la hora. «Fue la ascensión más difícil. Había mucho viento, caminábamos lentamente, pero sin detenernos. Había un lado casi hostil: era de noche, nadie hablaba, los guías estaban repentinamente mucho más serios. Regularmente pasábamos grupos que lloraban, que se sentían mal. Llegamos a la cima cuando el sol salía por un lado y la luna se ponía por el otro. Lloramos, obviamente. Nos abrazamos. Aún teníamos que caminar 45 minutos más para llegar al punto más alto.»

El descenso

Después de la cima, todo va muy rápido. El dúo regresa al campamento antes de partir nuevamente. El descenso es más rápido, pero no menos difícil. Era viernes: el sábado también sería intenso. «Sentía que estaba en piloto automático», destaca Alice. Una vez que llegaron abajo, almorzaron con los guías antes de ser llevadas de regreso al aeropuerto. Era el final. «Entre nosotras todo fue de maravilla. Nos acercó mucho. Fue difícil, pero reímos mucho. No teníamos los mismos miedos y angustias, así que pudimos consolarnos. También recibíamos mensajes de apoyo del equipo AMV y de nuestras familias», concluyen.

1 desafío deportivo = 1 consejo a recordar

Alice: «Hay que partir con la idea de que es un verdadero desafío, especialmente si se tiene mal de altura. ¡Es una experiencia fuera de lo común!»
Eva: «No minimizar el frío. Hay que ir bien equipad@, con la ropa adecuada para mantener el calor.»

¿Su próximo desafío?
Alice: «Voy a correr Marsella-Cassis en unos días… ¡Esta experiencia me ha dado ganas de viajar más por África!»
Eva: «¡Quizás el Monte Meru, justo frente al Kilimanjaro!»

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